Este trabajo se constituye como un objeto bastante frío, del tamaño de una tarjeta de crédito. Una placa de hierrro, doblada en un ángulo de 45 grados, soporta un espejo y un gofrado. La imagen del espejo invierte de nuevo las palabras de la impronta, haciéndolas legibles y descubriendo en ellas un nombre y algunos números. Autorretrato sin título podría ser el retrato de cualquiera. Pone énfasis en el modo en que nuestra identidad se neutraliza en las dinámicas de funcionamiento actuales, en donde un objeto estándar, la tarjeta, es llave y representación del individuo en todo tipo de operaciones. Estas operaciones probablemente no serían posibles sólo llevándonos a nosotros mismos, sin tarjetas.